Fue el titular de noche: la derecha arrasa en las elecciones municipales y autonómicas del 28M mientras la izquierda parlamentaria cosecha un resultado desastroso. La derrota ha sido tan mayúscula que, un día después, Pedro Sánchez anunciaba el adelanto de las generales al 23 de julio.
Ahora mismo, millones de trabajadores y jóvenes se están haciendo muchas preguntas. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo hemos podido llegar a esta situación? Al Sindicato de Estudiantes, como organización de la juventud combativa y revolucionaria, lo que sucede en el terreno electoral no nos da igual. No somos sectarios, ni tenemos una posición infantil. Tampoco queremos meter el dedo en la llaga escribiendo estas líneas. Pero sí creemos que, tras cuatro años de Gobierno de coalición del PSOE-UP, hay que sacar todas las lecciones de lo que sucedió el pasado domingo para no caer en la argumentación simplista de “la gente es tonta”. Para empezar, algo que hay que responder es por qué una parte muy importante de la juventud de izquierdas no ha ido a votar.
Voto joven, desafección política y falta de credibilidad de la izquierda gubernamental y parlamentaria
Cerca de tres millones de jóvenes de entre 18 y 24 años estaban llamados a las urnas este 28M. Por otro lado, la población de entre 18 y 35 años representaba un 20% del total de los convocados a la contienda electoral. Un dato muy reseñable.
Sin embargo, aunque es muy difícil encontrar cifras exactas, es evidente que la gente joven de izquierdas no se ha movilizado electoralmente. En las previsiones demoscópicas que se publicaron la semana pasada, se apuntaba ya a que la mitad de los electores jóvenes se quedaría en casa.
Como siempre, los comentarios sobre lo pasotas que somos, sobre lo poco que nos importa la política y lo egoístas que podemos llegar a ser, ya han empezado. Pero lo que explica esta desafección que sentimos muchos y muchas hacia la política institucional es que nuestras condiciones de vida no han cambiado en absoluto ni durante la legislatura del Gobierno más progresista de la historia ni en la última década.
La juventud sí que está politizada y sí que se mueve. Pero nos ponemos en marcha cuando vemos que algo es útil y que va a servir para mejorar nuestro día a día. ¿O acaso no hemos levantamos huelgas estudiantiles históricas contra las políticas educativas del PP? ¿O hemos sido las protagonistas de una marea feminista que 8M tras 8M ha llenado las calles de todo el Estado? ¿O es que, acaso, no nos hemos levantado contra el fascismo, la LGTBIfobia o por nuestra salud mental con gran contundencia?
El 28M ha puesto encima de la mesa el profundo desencanto y frustración con el Gobierno de coalición. Los escasos avances conseguidos en algunos terrenos no pueden ocultar que quienes han salido beneficiados con su gestión han sido los banqueros y los empresarios. Y quienes hemos perdido hemos sido los trabajadores y, muy especialmente la juventud.
Misma precariedad, mismas dificultades
Si echamos un vistazo a los terrenos políticos clave para la gente joven, se ve de forma clara.
¿Educación pública? Desmantelada, sin recursos, con nuevas leyes que profundizan la privatización de la enseñanza infantil, primaria, secundaria y universitaria, mientras la patronal de la privada-concertada sigue haciendo el negocio del siglo.
¿Vivienda? Una broma de mal gusto, con los alquileres imposibles que nos impiden la independencia familiar. Nos venden ahora una nueva ley que no toca el poder de los fondos buitres, ni garantiza vivienda pública y asequible que permita a la juventud emanciparse antes de los 30 años, ni frena los desahucios.
¿Salarios y empleo? Los jóvenes cobramos entre 2.400 y 2.850 euros menos al año que hace una década y la tasa de paro juvenil sigue siendo la más alta de toda la UE, rozando el 40%. Somos la carne de cañón de la precariedad y la explotación laboral. Y la no derogación de la reforma laboral del PP lo acentúa.
¿Derechos de las mujeres trabajadoras? No negaremos que ha habido avances legislativos en la lucha por la igualdad, como la ley Trans o la ley del Sólo Sí es Sí, que han sido fruto del empuje del movimiento feminista en las calles. Pero a pesar de estas leyes –por cierto, decapitadas por el PSOE–, nos siguen matando y violando, no se ha depurado ni la judicatura ni el aparato del Estado ni se ha puesto en marcha la asignatura de educación sexual que llevamos años exigiendo.
¿Nuestros barrios? Destruidos, plagados de casas de apuestas, sin centros culturales ni acceso a un ocio sano.
¿Represión? Sin parar. Ahí está el encarcelamiento de Pablo Hásel, la violencia policial contra nuestras movilizaciones y la no derogación de la Ley Mordaza. Un completo escándalo amparado por el gobierno del PSOE y Podemos.
¿Desastre ecológico? Con este Gobierno las cosas han seguido igual de mal, la destrucción del medio ambiente no ha parado y los grandes monopolios agroalimentarios, mineros y energéticos hacen de las suyas con total impunidad.
Y si, a esta realidad que sufrimos la gran mayoría de jóvenes, le sumamos la lamentable campaña electoral que ha realizado la izquierda, tenemos el pack completo. No queremos descalificar personalmente a nadie, lo que diremos a continuación es una observación política necesaria.
Cuando miles de jóvenes de los barrios obreros escuchamos a Rita Maestre explicar su boda en Las Vegas, a Mónica García gritar “viva España y viva Madrid”, a Ada Colau hablarnos –otra vez– de la revolución de las sonrisas, o vemos al equipo completo de Podemos disfrazados como los superhéroes de Marvel… sentimos, en primer lugar, vergüenza ajena y en segundo lugar, que se están riendo de nosotros. No tenemos dinero, ni curro, ni casa. Pero eso sí, Pedro Sánchez nos regala la posibilidad de hacer un Interrail por Europa disfrutando de un 50% de descuento. Así es como pretende agrupar el voto joven el PSOE y Unidas Podemos. ¿Pero en qué mundo viven?
Ese el quid de la cuestión. Que viven en un mundo de fantasía, propaganda y negociaciones parlamentarias en el que no vivimos la clase obrera y la juventud.
Necesitamos una izquierda combativa para frenar a la extrema derecha
El avance de la extrema derecha es un peligro muy grave para la juventud, las mujeres, el colectivo LGTBI y los trabajadores en su conjunto. El fortalecimiento de sus posiciones en Ayuntamientos y Parlamentos autonómicos clave, son una seria advertencia y el preludio de lo que nos podemos encontrar el 23 de julio.
Tenemos que ser duros porque nos jugamos mucho. La política de la izquierda parlamentaria y su renuncia a romper con el régimen del 78 y la lógica capitalista, imponiendo la paz social y la desmovilización para frenar luchas, es lo que ha allanado el camino a la derecha y la extrema derecha. Y esta ideología machista, racista, pro-patronal, de los toros, la caza y la bandera, también está ganando un cierto hueco entre la juventud. No es algo mayoritario, pero el sector de jóvenes que se identifican con el lenguaje de Vox y del PP, y que caen en su demagogia reaccionaria, está creciendo.
El Partido Popular y Vox cada vez están más mimetizados. No nos sirven cordones sanitarios, ni basar la “estrategia antifascista” en las instituciones. ¡Al contrario! En las instituciones tienen ventaja, porque están protegidos y amparados. Pero en las calles, quienes tenemos la fuerza somos los jóvenes y los trabajadores. Y ahí es donde hay que volver: a la movilización más contundente, a los métodos de la clase obrera, a defender un programa revolucionario para conquistar los derechos laborales que han sido vendidos por las burocracias de CCOO y UGT en sus pactos con la CEOE, y los derechos sociales y democráticos que esta panda de franquistas nos quieren arrebatar.
Estos cuatro años han demostrado algo fundamental: que la lucha no está ni en el Parlamento ni en los podcasts. Sólo desde abajo, con la movilización más contundente se conquista una vida mejor. Estamos hartas de palabrería barata y promesas. Necesitamos una izquierda revolucionaria de verdad, que plantee una lucha consecuente contra el capitalismo y por la transformación socialista de la sociedad. Sólo acabando con este sistema cruel, injusto y bárbaro pondremos fin a las lacras que nos golpean.
A muchos nos han impactado estos resultados electorales, y los comicios del 23J serán una nueva prueba. Pero la juventud anticapitalista, los hijos e hijas de la clase trabajadora, ni nos resignamos ni nos vamos a casa. Nuestro futuro depende, precisamente, de organizarnos centro a centro, barrio a barrio, y de preparar nuestras fuerzas para los combates que, inevitablemente, están por llegar y en los que el Sindicato de Estudiantes jugaremos un papel de primer orden. ¡Únete a nosotras y nosotros!