El pueblo palestino solo puede contar con la solidaridad internacionalista

La masacre desatada por el gobierno sionista, colonialista y fascista de Netanyahu contra el pueblo palestino continúa. Tras arrasar el norte de Gaza, la ofensiva militar ha continuado sin piedad en la ciudad de Jan Yunis al sur, a menos de 10 kilómetros de Rafah, ciudad fronteriza con Egipto donde se hacinan ya un millón de gazatíes huidos.

La violencia genocida desatada por el Estado sionista busca reducir a cenizas la Franja de Gaza y, si es posible, expulsar a su población a Egipto para anexionarse definitivamente el territorio. Lo que parecía un sueño de los sectores más supremacistas de la ultraderecha sionista, recurriendo a la limpieza étnica y a métodos propios de los regímenes fascistas, se está convirtiendo en una realidad.

Un sueño que los sectores más fanáticos dentro del Gobierno y la cúpula militar querrían completar desplazando a la población palestina de Cisjordania y ampliando al sur de Líbano su intervención militar. El objetivo es evidente: expandir las fronteras y culminar su proyecto imperialista del Gran Israel.

El régimen sionista impone el terror nazi

Las cifras de esta destrucción bárbara resultan insoportables. Cerca de 30.000 muertos, el 1,4% de la población, más de 10.000 niños y niñas, y un 90% de víctimas civiles, se calcula que 7.000 bajo los escombros; más de 60.000 heridos y 1,9 millones de desplazados, prácticamente la totalidad de la población de Gaza.

Decenas de miles de casas destruidas y cientos de miles de familias palestinas sin techo en que cobijarse en medio del invierno. Periodistas asesinados 89, más que en ningún otro conflicto anterior, buscando así silenciar el genocidio ante el mundo. Y una perspectiva de hambre y epidemias, por la ausencia de alimentos y la destrucción de hospitales y servicios sanitarios, que amenaza con un exterminio masivo.

Pero esta estrategia de Israel no es una casualidad, ni fruto solo de la locura personales de algunos personajes, sino una política calculada que busca generar el máximo terror y la máxima conmoción para poder conseguir lo más rápidamente posible todos sus objetivos.

No se trata únicamente de los partidos ultraortodoxos de extrema derecha como el Likud (partido tradicional de la derecha que comparte vínculos con la CDU alemana, el PP en el Estado español o el Partido Conservador inglés). Se trata de la cúpula del ejército, de sectores amplios de la clase capitalista que quieren hacer negocio de la limpieza étnica, y de la propia oposición liberal y laica que se ha integrado en el Gobierno con Netanyahu o que se mantiene fuera pero sin cuestionar un ápice la actuación genocida del ejército israelí en Gaza.

También en Cisjordania, continúa el acoso y la matanza de palestinos a manos de las falanges fascistas de colonos o a través de incursiones militares en ciudades y campos de refugiados.

Un genocidio financiado por EEUU y Europa

Todos estos crímenes pueden llevarse a cabo por el Gobierno de Netanyahu porque cuenta con el firme respaldo de la Administración Biden, de la UE y los Gobiernos europeos, y también de las corruptas dictaduras del mundo árabe. Sin este apoyo, que implica mantener todas las relaciones económicas y negocios con Israel, y el suministro masivo de material militar y materias primas decisivas para mantener la ofensiva, no sería posible.

El Gobierno ultraderechista israelí sabe muy bien que les necesitan y que tienen vía libre. Más allá de algunos choques verbales, el apoyo diplomático norteamericano continúa y continuará sin tregua.

Cada año la administración estadounidense garantiza 3.800 millones de dólares a Israel, el mayor receptor desde hace décadas de ayuda norteamericana. Pero es que además ahora, en medio de esta ofensiva genocida, se han aprobado por el Congreso y el Gobierno Biden otros ¡14.000 millones! para sostener la ofensiva militar en Gaza.

Y lo mismo podemos decir de la UE y los Gobiernos europeos. Las lágrimas de cocodrilo de Borrell o Pedro Sánchez, y sus discursos vacíos sobre lo insoportables que resultan las muertes de civiles, no han impedido que se mantengan todos los acuerdos y negocios con Israel, ni que se impida la exportación de material militar para aplastar al pueblo palestino, o que ahora Borrell plantee una misión militar propia de la UE, junto a EEUU, para proteger la navegación por el Mar Rojo. Es decir, para proteger y apoyar al Estado sionista.

Las constantes declaraciones sobre el derecho de Israel a defenderse, que también Pedro Sánchez ha pronunciado, y las visitas de todos los mandatarios europeos para reunirse con Netanyahu, han supuesto un apoyo político crucial, legitimando a este criminal de guerra.

Una política de apaciguamiento que no es muy distinta a la que siguieron las llamadas potencias “democráticas” europeas, Francia y Gran Bretaña, y también EEUU, frente al ascenso de Hitler, permitiéndole conquistar los Sudetes, apoyar a Franco, invadir Austria, imponer una dictadura fascista militar sangrienta, perseguir y masacrar a los judíos, a los militantes de izquierdas y a otras minorías como los gitanos, o rearmarse hasta los dientes preparando la masacre de la Segunda Guerra Mundial.

Los países árabes no son aliados del pueblo palestino

Pero Netanyahu y sus socios fascistas no solo cuentan con el apoyo occidental. También se benefician de la política colaboracionista de los Gobiernos árabes, que de nuevo no han movido un solo dedo por el pueblo palestino.

Si los países árabes, la OPEP y Rusia plantearan un embargo de petróleo y gas tanto a Israel como a EEUU y Europa, estarían en condiciones de forzar una tregua y evitar más atrocidades del Estado sionista. Pero no es el caso. En cuanto a Irán o Hizbulla en el Líbano, nos encontramos ante Gobiernos y organizaciones integristas y reaccionarias que defienden por encima de todo sus negocios e intereses geoestratégicos, reprimiendo a sus pueblos con saña cuando se levantan exigiendo derechos democráticos y justicia social.

La causa del pueblo palestino jamás encontrará solución si se subordina a uno u otro bloque imperialista (EEUU o China), o a una u otra potencia regional. Solo cuenta con un aliado firme y seguro: la solidaridad internacionalista de la clase obrera y la juventud, la única fuerza que está generando problemas a muchos de estos Gobiernos colaboracionistas.

Israel es la punta de lanza de la extrema derecha mundial

Que la extrema derecha en todo el mundo haya cogido con las dos manos la causa sionista, defendiendo abiertamente el genocidio, no es ninguna casualidad. El Gobierno de Netanyahu es el representante más avanzado de la ultraderecha.

Netanyahu y sus aliados están aprovechando la guerra para profundizar su deriva dictatorial y una militarización aún mayor de la sociedad israelí. Recientemente se ha presentado una legislación para poder intervenir las comunicaciones de cualquier ciudadano sin necesidad  de autorización o control judicial, y se ha aprobado una norma que convierte en delito el simple “consumo de material terrorista”, sin especificar que se considera como tal. Se trata de poder encarcelar por el uso pasivo de las redes sociales.

Por otro lado, desde el 7 de octubre se ha prohibido cualquier manifestación, protesta o acción contra la guerra o que suponga mostrar algún tipo de solidaridad con el pueblo palestino.

Netanyahu y sus socios, como toda la extrema derecha mundial, combinan la represión contra los derechos democráticos y un rabioso belicismo, con políticas ultracapitalistas. Eso es lo que ha llevado a Israel en la última década a convertirse en uno de los países con mayor desigualdad y pobreza de la OCDE, atizando la lucha de clases dentro de sus fronteras.

Antes del ataque de Hamas y la actual ofensiva sobre Gaza, Israel estaba viviendo las mayores protestas de su historia. Este descontento sigue latente y se expresa en las protestas en Tel Aviv frente la casa de Netanyahu. Pero el problema sigue siendo que estás movilizaciones no contemplan una denuncia enérgica del genocidio contra el pueblo palestino y la responsabilidad del sionismo en la confirmación de un régimen de Apartheid y de opresión nacional despiadado.

La clase trabajadora, los movimientos sociales y la izquierda militante israelí solo podrán hacer frente a la amenaza de la reacción, y al serio peligro de  una deriva dictatorial trufada de fanatismo religioso, combatiendo en primer lugar a su propio Estado, al Estado sionista y sus políticas racistas y colonialistas contra el pueblo palestino.

La lucha por una Palestina libre es la lucha por el socialismo

La lucha de liberación nacional del pueblo palestino, su batalla contra el Estado sionista y su política supremacista y colonialista, ha sido traicionada en múltiples ocasiones y ha llegado a un callejón sin salida fruto de la política de sus dirigentes.

La OLP y la Autoridad Nacional Palestina han abandonado cualquier perspectiva socialista, legitimando en la práctica el régimen de apartheid sionista y subordinándose a la burguesía árabe. Una subordinación que también practica Hamas, dependiente financieramente de una dictadura ultracapitalista corrupta como la de Qatar, o del Estado islámico burgués de Irán, enemigo jurado del movimiento obrero y los oprimidos.

Una alternativa revolucionaria choca inevitablemente con el programa reaccionario de Hamas. Que la izquierda militante, palestina e internacional, se subordine acríticamente a Hamas no ayudará en nada a la lucha de del pueblo palestino.

La causa del pueblo palestino podrá triunfar con la lucha de masas, utilizando la herramienta de la huelga general, a través de comités populares que impliquen en la batalla al conjunto de los oprimidos, como ocurrió en la primera Intifada, con la solidaridad internacionalista, también dentro de Israel, y recurriendo a la autodefensa armada basada en la participación y el control democrático de los trabajadores y la juventud palestina.

La lucha por la liberación nacional de Palestina es una cuestión de clase y su éxito depende del triunfo de la revolución socialista en Oriente Medio. Una revolución que requiere de la unidad de los trabajadores palestinos, de Israel y del resto del mundo árabe para destruir el Estado sionista y expropiar a su burguesía, y también para derrocar a la burguesía árabe y palestina, ligada por infinitud de intereses y negocios a Israel, EEUU y Occidente.