La Fiscalía Italiana ha presentado un escrito de procesamiento contra el exmarido de Juana Rivas, Francesco Arcuri, por maltrato a sus hijos. En concreto, se le acusa de someter a ambos "habitualmente a violencia física, vejaciones, insultos y amenazas".

Esta noticia pone de manifiesto algo que todas y todos los que luchamos contra la violencia machista ya sabíamos: Juana tenía razón, las feministas que salimos a gritar ¡justicia para Juana! teníamos razón.

Ahora que incluso el sistema judicial tiene que reconocer (con la boca pequeña, por supuesto, no vaya a ser que siente precedente) que ningún maltratador es un buen padre, somos muchas quienes recordamos el infierno al que jueces y fiscales, los medios de comunicación y políticos profesionales sometieron a Juana Rivas.

Juana Rivas conoció a Francesco Arcuri en Londres, en 2004. Cinco años después, ella le denunció por malos tratos. En 2016 Juana se mudó a Granada con sus dos hijos, de 11 y de 3 años. Decide no volver a lo que se suponía que era su “hogar”, y vuelve a ir a la policía, probando que era una víctima de violencia machista, de malos tratos físicos y psicológicos. Es entonces cuando este miserable la denuncia por secuestro de los hijos. Tras un juicio vomitivo, la justicia patriarcal española da la razón al agresor, y solicitan que Juana devuelva los niños al padre. Juana hizo lo que debía hacer para proteger a sus hijos: no aceptar esta sentencia indigna. Por ello, en 2017, fue condenada a cinco años de prisión.

Fue entonces cuando los medios de comunicación pusieron en marcha su maquinaria asquerosa. Se llegó a decir que Juana es una desequilibrada que manipula a sus hijos. En Telecinco y Antena 3 tertulianos dedicaron horas y horas a hablar de las denuncias falsas, del inventado “síndrome de alienación parental”, que no tiene ninguna base científica. O el mismo juez del caso, Manuel Piñar -quien hoy está siendo juzgado por delitos de incitación al odio- dejó escrito en la sentencia que Juana Rivas sólo pretendía cobrar la ayuda para mujeres víctimas de violencia de género. Este mismo juez es quien, posteriormente, le negó el indulto.

Tras algún tiempo desaparecida para preservar su integridad física y la de sus hijos, Juana fue detenida y le arrancaron a sus dos hijos. Se los arrebataron para entregárselos de nuevo a un criminal.

Aunque a Juana, tras mucha pelea, le aplicaron un indulto (parcial, por supuesto, no sea que los amigos de 45 años del presidente Pedro Sánchez se despeinen con el sobresalto), la campaña de falsificaciones, las calumnias y la pesadilla que ha vivido Juana Rivas es imperdonable.

Recientemente, el hijo mayor de Juana, Gabriel, ya mayor de edad, ha relatado todo lo que él y su hermano pequeño (que continúa en Italia con el maltratador) han vivido y siguen sufriendo.

Juana y Gabriel han denunciado a Arcuri por dos delitos de coacción a testigos y de amenazas ocurridos recientemente en Italia, y los abogados de Juana han solicitado una orden de protección para ella y sus hijos, así como la suspensión de guarda y custodia exclusiva del hijo menor en favor de la madre.

Por si necesitábamos alguna muestra más de cómo funciona la justicia patriarcal, el pequeño de diez años va a tener que testificar ante el juzgado con su maltratador al lado. ¿Qué testimonio podrá dar ese niño aterrorizado yendo de la
mano del que le golpea y amenaza?

La justicia nos quiere adiestrar, porque con sentencias así cómo vamos a denunciar. Nos dicen que no es una violación si no mostramos una heridita. Cuando decidimos llevar a nuestros agresores a un tribunal, el juicio lo recibimos nosotras. Como Juana, como tantas otras.

Y la pregunta que nos hacemos es: ¿dónde está la justicia para Juana Rivas? Los negacionistas de la violencia machista, Vox y el Partido Popular, quieren que las nuevas noticias sobre este caso pasen lo más desapercibidas posible. Pero no son solo ellos, también el PSOE y el Gobierno quieren que caiga en saco roto. Porque han sido ellos quienes nos han dicho a las mujeres que tenemos que aceptar las sentencias judiciales por mucho que no nos gusten, son ellos y ellas, sus señorías del Parlamento, quienes permiten que el aparato del Estado siga lleno de fascistas que declaran la guerra día sí y día también al movimiento feminista.

El silencio que guarda el Gobierno es una decisión
política. Que jueces como Manuel Piñar sigan estando en sus puestos y tan tranquilos, y que se dé voz en los medios a quienes niegan que la violencia de género es una realidad aplastante, es una decisión política. Que la mitad de la población del planeta siga siendo sometida, humillada y tratadas como inferiores, son decisiones políticas. Son decisiones políticas amparadas por la lógica del capitalismo.

La justicia condenó a Juana para condenarnos a todas. Para que estemos en casa calladitas y cuidando de los niños. Para que no protestemos en el trabajo, y no denunciemos los abusos de los jefes, compañeros o parejas. Para que nuestra única validación sea ser madres devotas y así perpetuar el sistema patriarcal. Y si no haces todo esto, si te atreves a denunciar a tu maltratador, te arrancamos a tus hijos y organizamos un montaje judicial y mediático para que todo el mundo recuerde que aquí mandamos nosotros.

Juana ha sufrido mucho. Muchísimo. Pero ha luchado con uñas y dientes, y hemos sido millones quienes la hemos acompañado. Quienes hemos dicho ¡Juana está en mi casa!, quienes hemos sentido esta injusticia como propia.

Por eso, ante esta realidad hostil y patriarcal, debemos estar alerta, debemos estar furiosas, debemos seguir peleando. Si el sistema capitalista y su justicia patriarcal quieren guerra, la tendrán. Caerán todos, porque la revolución será feminista o no será.