Los primeros días de 2024 han confirmado que la hoja de ruta del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez será muy distinta a las ilusiones alimentadas durante la campaña electoral. La propaganda que presentaba Sánchez como campeón mundial de la lucha contra el fascismo se está desmontando.
Las políticas defendidas hasta ahora tienen muy poco que ver con las expectativas que impulsaron a millones de personas a votar al PSOE y Sumar para frenar al PP y Vox. Un firme alineamiento con las políticas del imperialismo occidental en apoyo del genocidio sionista contra el pueblo palestino, cesión en la Unión Europea ante las presiones de la extrema derecha para endurecer las políticas migratorias y de asilo, o la vuelta a una política de recortes sociales, cuyo primer paso ha sido la propuesta de rebajar las futuras pensiones de los parados de larga duración.
Este decreto, impulsado por Yolanda Díaz, fue derrotado en el Parlamento gracias a los votos en contra de los cinco diputados de Podemos. Una decisión valiente que está provocando una avalancha de mentiras y acusaciones falsas desde el PSOE y sobre todo desde Sumar, que intentan ocultar que el decreto escondía un grave retroceso en derechos sociales. Pero hay que señalar que significará muy poco si Podemos no utiliza este golpe en la mesa para cambiar de rumbo de una vez por todas.
Una votación está muy bien, pero hay que ir a los hechos concretos. ¿Por qué no condenaron con la misma rotundidad las políticas de Sánchez cuando tenían 35 diputados y varios ministerios? ¿Por qué no denunciaron la Reforma Laboral, la ley de Vivienda, la no derogación de la Ley Mordaza o la traición al pueblo saharaui? El giro de Podemos será mucho más creíble cuando vuelvan a las calles dispuestos a impulsar con todas sus fuerzas la ruptura de la paz social que impone el Gobierno con la ayuda de CCOO y UGT.
Cada cesión de Sánchez ante el imperialismo occidental y ante las exigencias del mundo empresarial en materia de política económica y social es un balón de oxígeno para el bloque de extrema derecha del PP y Vox.
Pedro Sánchez es consciente de que la inmensa mayoría de su base social rechaza los crímenes sionistas en la Palestina ocupada. Por eso en un primer momento escenificó una posición de rechazo de boquilla al genocidio desencadenado por Netanyahu, consiguiendo así prestigio de gobernante comprometido con el pueblo palestino. Pero, más allá de las palabras, el comercio con Israel, incluido el de armas, y el apoyo a su Gobierno se mantuvo sin cambios, e incluso el Ejecutivo aportó dos buques de guerra a la fuerza de la OTAN en el Mediterráneo oriental que apoya el despliegue militar sionista.
Netanyahu y sus políticas se han convertido en el estandarte que agita la extrema derecha de todo el mundo. Trump, Abascal, Salvini, Milei, Alternativa por Alemania y otras fuerzas políticas europeas y del mundo entero, herederas del antisemitismo nazi y fascista de los años 30, se han convertido en fanáticos del sionismo genocida.
La única fuerza que puede detener la masacre contra el pueblo palestino es una contundente movilización internacionalista de la clase trabajadora mundial, que ponga contra las cuerdas a los Gobiernos que apoyan a Israel.
Las políticas de recortes solo favorecen a la extrema derecha
La subordinación al imperialismo norteamericano implica la subordinación a la clase dominante capitalista en materia económica y social, como el PSOE lleva haciendo desde 1978, pero que en los últimos años han tratado de disimular un poco más.
Quieren aplicar nuevos recortes, esto es así. Los efectos del “escudo social” se han diluido a causa de la inflación y, mientras, el Gobierno sigue dando facilidades a los empresarios, rentistas y especuladores para que sigan haciendo negocio mientras los precios no dejan de subir, los alquileres nos ahogan y tenemos trabajos precarios.
¿La consecuencia de esto? El empobrecimiento de sectores cada vez mayores de la clase trabajadora y la juventud. Dos millones y medio de trabajadores reciben salarios bajo el umbral de la pobreza y tres millones de familias no pueden cubrir sus necesidades básicas, según Cáritas.
Esto, unido a las dificultades para el acceso a una vivienda digna y al imparable deterioro de la sanidad pública crea un ambiente de descontento social al que la extrema derecha, PP y Vox, sacará partido.
Desde la izquierda combativa tenemos que dar una respuesta firme ante un sistema capitalista que solo puede sobrevivir empobreciéndonos cada vez más. Y esta respuesta no pasa por aspirar a participar nuevamente en un Gobierno que dice ser un “progresista” pero que sólo gestiona la lógica del capital. Pasa por impulsar la movilización social y popular con un programa de confrontación y por acabar con el sistema capitalista.