Isabel Díaz Ayuso no se cansa de demostrarnos qué tipo de “libertad” defiende. El Gobierno de la Comunidad de Madrid está preparando una nueva ley de Enseñanzas Superiores, Universidades y Ciencia con la que pretende perseguir, castigar y silenciar las protestas estudiantiles y las acciones que el PP madrileño considere “vandalismo, ocupación y escraches”. Nos hablan de abogar por el “orden y el decoro en la vida académica”; la realidad es que pretenden legalizar y profundizar la represión contra la juventud universitaria.
Este proyecto de ley, que se presentará a finales del año, podrá sancionar tanto económicamente como administrantemente a las Universidades que permitan protestas, ocupaciones simbólicas y pacíficas o manifestaciones dentro de las mismas. Una medida que se suma a los ya constantes ataques a la libertad de expresión y manifestación y la permanente presencia policial en los Campus.
Parece que Ayuso ha ideado esta nueva ley a modo de venganza personal y política. La fascista mayor del reino lleva años recibiendo una buena dosis de dignidad estudiantil. Desde las protestas contra los machirulos del Colegio Mayor Elías Ahuja que señalaban la complicidad y el machismo de la presidenta, hasta la respuesta contra su nombramiento como alumna ilustre en la Universidad Complutense, que le brindó el recibimiento que se merece esta derechista destructora de todo lo público.
Pero no es casualidad que esta noticia llegue después de las acampadas por Palestina. La acción directa de centenares de estudiantes, que durante más de 20 días convertimos la UCM en el epicentro de la solidaridad con el pueblo palestino, les ha hecho mucho daño. El Consejero Emilio Viciana lo dice abiertamente: “si se cortan las vías públicas o se invaden edificios son actuaciones que afectan al desarrollo de la actividad universitaria”. Y añade: “hay que garantizar la libertad de expresión dentro de unos límites”. Y, por supuesto, los límites los marcan ellos.
¿Libertad de expresión para luchar contra un genocidio? No. ¿Libertad de expresión para exigir que nuestras Universidades rompan con el sionismo? Tampoco. ¿Para defender la educación pública y plantar cara a los recortes? Ni de coña. Ahora bien, libertad de expresión para decir que nuestros mayores “iban a morir de todas formas”, soltar barbaridades racistas y clasistas día sí día también y gritar a los cuatro vientos que viva el Rey, la patria y la bandera, eso está fuera de discusión.
Ayuso anhela aquellos tiempos donde los grises, la policía franquista, entraban a caballo en la Universidad y a golpe de porra terminaban con cualquier manifestación. De hecho, la Consejería de educación madrileña condenó la nueva Ley Universitaria estatal porque eliminaba el reglamento universitario regulador de las protestas, que fue redactado y aprobado… ¡en los años 50! Ni se esconden.
¡Fuera Ayuso! Hay fuerza para impulsar la movilización
Otra de los puntos importantes de la nueva ley de Ayuso es que afianza la mal llamada “colaboración público-privada”, un eufemismo para la regulación favorable de las escuelas de negocio y Universidades privadas. Mientras esto sucede, las seis Universidades públicas de Madrid están arruinadas y la Complutense ha comunicado a sus facultades que tienen que gastar un 30% menos. Un recorte que pagamos los y las estudiantes a costa de una educación cada vez más precaria y de menor calidad.
El tufo de corrupción que el Partido Popular deja a su paso es insoportable. Pero no lo aceptamos.
No aceptamos que Ayuso nos diga cuándo y cómo podemos luchar. No aceptamos que el PP nos imponga una mordaza y acabe con los derechos más básicos y democráticos de la comunidad Universitaria. Sentimos mucha rabia, pero esta rabia la tenemos que convertir en una pelea organizada.
Uniendo las reivindicaciones de los docentes que este año han protagonizado huelgas históricas, la firmeza de la lucha por una sanidad pública, la valentía de los y las estudiantes que nos movilizamos por Palestina y que no aceptamos la represión, podemos levantar una gran rebelión social que ponga contra las cuerdas a Ayuso y a su Gobierno.
Esa es la gran tarea que tenemos para el próximo curso: vertebrar la movilización más contundente posible de la juventud, el conjunto de la comunidad educativa y los trabajadores del sector público para poner fin a la pesadilla que significa Ayuso.