La guerra en Ucrania ha llegado a un punto crítico y la campaña de propaganda por parte de Occidente continúa con fuerza. Según el guión escrito por el Departamento de Estado estadounidense –un discurso comprado por la Unión Europea– Putin está colocando a la humanidad al borde de una hecatombe nuclear. Sin embargo, la única potencia que hasta el momento es experta en utilizar armas de destrucción masiva contra naciones y pueblos indefensos es EEUU.
Un saldo de destrucción y muerte
Las bombas nucleares lanzadas el 6 y el 9 de agosto de 1945 después de seis meses de intenso bombardeo de otras 67 ciudades japonesas, mataron a 166.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki. Un total de 246.000 civiles murieron cuando el ejército del Emperador Hirohito estaba completamente derrotado. Estos dos ataques salvajes, ordenados por el presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, tenían también otros destinatarios: la Unión Soviética, cuyo Ejército Rojo había alcanzado Berlín derrotando a las fuerzas militares de Hitler en Europa, y los ejércitos guerrilleros de Mao Tse-Tung que libraban una guerra revolucionaria contra el imperialismo japonés y las tropas del Kuomintang.
Aunque este fue el caso más demencial del militarismo norteamericano, el final de la Segunda Guerra Mundial ofrece otros ejemplos de carnicerías contra la población indefensa. Entre el 13 y el 15 de febrero de 1945, la Real Fuerza Aérea británica (RAF) y las Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados Unidos (USAAF) programaron cuatro incursiones sobre la ciudad alemana de Dresde. En la acción participaron más de 1.000 bombarderos pesados que soltaron más de 4.000 toneladas de bombas. La llamada “Florencia del Elba” fue reducida a escombros y entre 25.000 y 40.000 civiles perecieron.
Si nos remontamos al pasado colonial de Inglaterra, Francia o Bélgica y las atrocidades que llevaron a cabo en la India, en Kenia, en Indochina o el Congo, por citar algunos ejemplos destacados, la narrativa adquiere una tonalidad diferente. Si nos acercamos a los casos en los que Washington se ha visto implicado directamente, entonces las mentiras de la propaganda adquieren una dimensión aún más cínica.
En 1950 los EEUU emprendieron una guerra devastadora contra el pueblo de Corea. En un año, la fuerza aérea norteamericana arrojó 600.000 toneladas de bombas y vertió 30.000 toneladas de Napalm. Más del 80% de los edificios de Corea del Norte fueron destruidos, y se estima que los bombardeos norteamericanos mataron a más de un millón de sus civiles, aunque las cifras totales superan los dos millones y medio de muertos. Otros cinco millones perdieron sus casas y más de dos millones se convirtieron en refugiados.
La intervención estadounidense en Vietnam provocó la muerte de más de tres millones de vietnamitas. Estados Unidos lanzó siete millones de toneladas de bombas, más del triple de las que arrojó en Europa y Asia durante toda la Segunda Guerra Mundial y diez veces más que en la guerra de Corea.La Administración Kennedy autorizó el uso de armas químicas que además de provocar una catástrofe medioambiental envenenaron a la población. Durante años una epidemia de abortos prematuros, nacimientos con malformaciones y esterilidad afectó a cientos de miles de mujeres vietnamitas. En 2006 los informes oficiales estimaron que cuatro millones de ciudadanos sufrían todavía envenenamiento por dioxina.
Los responsables políticos de EEUU idearon y planificaron una campaña anticomunista para frenar el avance de la revolución, que fue llevada a cabo con las técnicas más brutales de un continente a otro. La CIA y el Departamento de Estado organizaron los golpes de Estado en Irán y Guatemala en 1953 y 1954, patrocinaron el régimen de Stroessner en Paraguay, el golpe militar en Brasil de 1964 que dio paso a una dictadura sangrienta, e incitaron y coordinaron la matanza de un millón de trabajadores indonesios y militantes comunistas en 1965 tras el Golpe militar de Suharto.
El imperialismo norteamericano ha sido el valedor de los regímenes dictatoriales del norte de África (Marruecos, Egipto, Túnez…), y ha brindado un apoyo militar y económico fundamental al Estado sionista israelí en sus operaciones anexionistas de Palestina y en las matanzas y encarcelamientos de miles de jóvenes que en los territorios ocupados han combatido esta injusticia. Fue el pilar que sostuvo a la dictadura de Franco, a la de Portugal, y a la Junta de los Coroneles en Grecia.
Más recientemente, EEUU sumió a Yugoslavia en una guerra catastrófica. Con el argumento de la lucha contra “el terrorismo” y las “armas de destrucción masiva” que supuestamente fabricaba el régimen de Sadam Hussein, invadieron Afganistán e Iraq. Luego llegó Siria, Yemen, Sudán… Según un estudio de la Universidad de Brown el imperialismo norteamericano y otanista ha causado al menos 900.000 muertos y 38 millones de desplazados y refugiados desde el 11-S de 2001.
Es importante recordar la historia para no caer en los engaños de la maquinaria de comunicación occidental. Ni EEUU ni la OTAN son grandes de la democracia. ¡Abajo la guerra imperialista!